Cuando nací
todos se alegraron ,salvo mi madre que sabía lo que me esperaba
como hija heredera de un pequeño reino. Ser la princesa del palacio
hacía que me educaran para el cargo y protegieran de todos los
males que pudieran acecharme , tanto es así que mi infancia la viví
acompañada siempre con mi aya y mi preceptor . Algunos días
recibía la visita de mi madre a la que poco a poco aprendí a
querer.
Cuando
cumplí los 18 años fue cuando mi padre el rey me dijo que era la
encargada de salvar al reino de su desaparición casándome para
ello con un hombre rico que él elegiría para mí y sumisa acepté
a pesar de las lágrimas que mi madre derramó cuando se enteró del
futuro que me esperaba.
—No te
preocupes madre que seré feliz.
—Hija si
tu crees que lo serás yo entonces también lo seré.
Mi futuro
marido le exigió a mi padre que para aceptar el compromiso debería
enviarle antes mi retrato y para ello se buscó en todos los
reinos limítrofes un pintor para llevar a cabo la obra pictórica.
Después de
mucho buscar y hacer la selección oportuna apareció él y cuando me
vio quedó prendado de mi belleza a la que yo correspondí con una
sonrisa.
En nuestro
primer encuentro con sus manos fue acariciando mi rostro y me explicó
como debía de posar para así conseguir extraer toda la belleza que
desprendía y sacar a la luz el amor que se escondía en mi corazón.
Durante el
tiempo que posaba para él, iba naciendo dentro de nosotros algo
que no podíamos detener y temerosos de lo que pudiera suceder
tratábamos de ocultar nuestros sentimientos.
Cuando
terminó el cuadro y se lo entregó a mi padre los gritos de éste
retumbaron por todo el palacio.
—¿Cómo osáis pintar así el rostro de mi hermosa hija?
—Majestad,
ella es así como la veis en este cuadro, la belleza que vos decís no se puede pintar.
— Debéis
pintar su rostro angelical , no ese monstruo que habéis pintado.
—Entonces
majestad engañarías a su futuro marido y eso no estaría bien.
—¡Haréis lo que yo os digo! De lo contrario lo pagaréis con vuestra
vida.
—Pues
matadme señor, porque mis pinceles no saben mentir y se niegan a
pintar lo que no ven.
—Esa
osadía la pagareis cara .¡ Guardias llevad a este hombre al
calabozo! Mañana al amanecer mi verdugo acabará con vuestra vida.
Al enterarme
de lo sucedido voy a visitarlo al calabozo y al verme exclama:
—¡ Que
hacéis aquí amada mía , no lloréis que vuestras lágrimas me causan
dolor.
—Solo
vengo a dejaros a este ratoncillo para que os haga compañía, una
anciana entró en palacio y me lo entregó para vos.
—Gracias
pensaré en vos cuando lo acaricie, y ahora debéis iros que si
vuestro padre se entera que estáis aquí os castigarás, adiós mi
dulce amada.
—Adiós amado mío.
—Tenéis
que luchar por su amor..
—¿De
donde sale esa voz,? pregunto mirando al ratoncillo.
—Soy yo ,
ese que tienes entre tus manos.
—Como voy
a luchar por su amor ,si estoy aquí encerrado y mañana moriré.
—Te
concedo un poder que te hará rico y así podréis pedir la
mano de la princesa.
—¿Pero
cómo si tú eres tan solo un ratoncillo?
— Todo
aquel objeto que toques con tu dedo índice de la mano derecha se
convertirá en oro.
—Entonces...
no podré pintar ya que mis pinceles se convertirán en oro.
—Así es y
decidiros pronto porque el tiempo se acaba¿ aceptáis ?
—Acepto.
Dicho esto
el ratoncillo desaparece entre los barrotes del calabozo y al día
siguiente fui llamado ante el rey para ofrecerme la mano se su hija,
había llegado a sus oídos el poder que me había sido concedido y desde
entonces fuimos felices todos en el reino.
Moraleja : CUANDO
EL AMOR ES VERDADERO, TODO LO DEMÁS NO IMPORTA